jueves, 16 de abril de 2020

RADIO LA COMARCA


Amanece, cantan gallos en disputa mañanera, suena  en el aire “Radio La Comarca”.  Jacinto Briseño, el locutor,  comienza con la difusión de los mensajes pendientes del día anterior, mientras  mira  el almanaque.
Corre  junio de  1960, cuando las radios nacionales  eran el escenario político y cultural de la época, porque las emisoras trasmitían desde hechos deportivos, noticieros o el famoso radio-teatro...los grandes galanes conquistaban amores imposibles… y las jovencitas soñaban con ellos. Sin duda la vida pasaba por las válvulas de la radio.
Uno de los radioescuchas  de aquella época había nacido en un hogar de inmigrantes italianos, era el menor de seis hermanos. Radio…así lo llamaron: ustedes tal vez, hubieran reído ante tal nombre que convocaba la atención.
 Su historia es muy sencilla…. Su padre, don Salvador D’Ambrosio, migrante siciliano nacido en 1892, había llegado a la Argentina en 1908. Al poco tiempo conoció a Juana Caamaño, nacida en Muros, Galicia en junio de 1890,y que arribara al país en 1906. Se unieron muy jóvenes, nacieron los hijos, y los iban nombrado de acuerdo con el santoral del almanaque litúrgico, salvo a nuestro protagonista.  Salvador,  era el único en Rio Gallegos que fabricaba las primeras radios Galeno, entonces, en honor a su actividad, llamó al niño Radio….
El creció y con el tiempo se convirtió en un habitante destacado de la comarca, porque era el dueño de la  emisora local. Permanentemente recordaba  su juventud,… cuando  escuchaba la radio y el locutor Jacinto Briseño decía:
Clima para hoy: vientos fuertes del sur… con ráfagas de 100 km por hora y bajas temperaturas. Abriguen a los chicos cuando los manden a la escuela. Las picadas están peligrosas, se congeló la nevada de anoche… El lenguaje empleado por el locutor era familiar, porque se conocían todos, ya que eran sólo  unos dos mil habitantes.
-Feliz cumpleaños para Rosaura Giménez, de parte de  su hija y yerno.  -El locutor sabía que allí había discordia familiar, que se veían poco y suspiraba con resignación-.
- Nació el hijo de Juana Ramírez: avisa el “jote” Chamorro; pide que  el padre baje al pueblo…
-A las 7 de la tarde llega Zenón Pérez, solicita que le dejen lo convenido, y aconseja que si se pone mañoso,  lo aten al palenque.
- La chancha de los Churrarin tuvo cría.
- Sr intendente: le informamos que se terminó la leña para la económica y el gas para las estufas.
-Mañana, en la iglesia de Santa Lucia, bautizan al nieto del Clarito Díaz,  recomienda el cura párroco, don Benito, que los padrinos no se olviden de ir a confesarse, pues el niño debe ser bien apadrinado.
- Se levanta la cosecha del “chino” Aoiqui. A ver quién va a hacerse una changa!!!
-Sr intendente: vaya preparando el cajón y el coche municipal para acompañar a la familia del Cruz, pues anoche se murió la suegra. Nosotros desde la radio le mandamos nuestro sentido pésame.
-Quien quiera leche recién ordeñada, que vaya por lo del chato Cayupan, el gringo no da más abasto.
-A  quien vea a “cara de autito” Flores, que le grite que use los frenos, ¡es el pedal del medio!!!!
-Si alguno de ustedes encuentra el perro de la “Pichi” Mercado…que  lo devuelva, es como un chico para ella….
-Para Juan de Dos Lagunas…que mañana espere a Pedro,  con la yegua de su hermana.
-Para “Piedra” Parada…que mañana va el forraje…
Mensaje para  “Cajón de Ginebra”… mañana van los músicos. Si hay fiesta, inviten, che!!!
-“Gorro Frigio” avisa que mañana van los Cabezas, los chicos del otro lado de la aguada, llegan con la fresca…que tengan listo el mate cocido…
Entre mensaje y mensaje, noticieros y transmisión de partidos, pasaban los años en la vida de Jacinto y de Radio, unidos por un mismo destino… cuando una mañana encontraron en el dial una voz  que no tenía rostro pero si, mensajes que transmitir…que decir, que contar, música que no sólo hablaba de amor, sino de ideas…tenia voz y tenía nombre, así lo descubrieron en cada emisión de aquella radiodifusora que emitía los sábados por la mañana y algunos otros días por la tarde. Esa voz colombiana, ya casi familiar, decía cuanto ellos necesitaban saber: ese deseo interno de poder contar aquí una realidad que les era parecida -tristemente parecida-,  ideas que se callaban puertas adentro de la radio o de los hogares de la Patagonia, de la Argentina toda...
El locutor y periodista, Eduardo Jaramillo Cabrera, entró a sus vidas y a lo largo de casi 50 años. La amistad radial fue creciendo, eran impostergables esas sitas en donde el amor por la música y el amor a la palabra, a las ideas,  los unía.
Jaramillo Cabrera, por momentos, se transformaba en sus voces, en sus más internos pensamientos, como cuando escucharon de su boca: “Porque el canto nació de las entrañas mismas del pueblo, y  de los hijos de esos obreros de azules overoles, porque el canto es la voz recia e inmensa de la denuncia, pero también es la voz de la escondida ternura y su optimismo indomable, porque los cantores populares ensanchan el corazón poético de América, para un convivir colectivo más justo en esta tierra nueva y generosa”.
Iban construyendo juntos una identidad paralela. Ambos a la distancia comprendieron el valor de estar unidos por las radios comunitarias, sociales y desde los 60,70 fueron dando voz a su gente.La realidad política tuvo por demás, gran impacto en el contexto latinoamericano por lo que significó la ideología vital de pueblos que buscaban su reivindicación y compromiso,  alentando el surgimiento de la democracia desde la difusión de creaciones  poéticas y musicales,  que planteaban y recreaban con gran realismo los momentos más crueles  de las dictaduras que gobernaban el cono sur.
Indiscutiblemente,  Jacinto llegó a pensar que debía encontrar la manera de comunicarse con aquel hombre que tanto testimoniaba una realidad común.
Así sucedió que cierto día, durante la trasmisión radial que escuchaba, algo defectuosa por las interferencias, logró copiar la dirección de la emisora. Esto le permitió ponerse en contacto con Jaramillo Cabrera, originando así una relación que aún perdura a través del tiempo.
 Las cartas fueron el  medio de comunicación que mantuvo unidos a Jacinto y  a Eduardo, a quienes se sumaron Radio y Henry, íntimo amigo de Jaramillo Cabrera.
Radio  y Jacinto recuerdan que en muchas ocasiones esas trasmisiones eran captadas en lugares resguardados pues las escuchaban a escondidas y, en las ocasiones en que no se transmitía el programa de Jaramillo Cabrera, el miedo se apoderaba de ellos porque quizá algo malo le hubiera pasado al querido amigo. Compartieron sus pasiones, de los hijos y sus aventuras, sus desvelos por las luchas sociales, los de los amores perdidos y los de regreso…
Radio supo del amor que habían despertado aquellas canciones que llegaban a Colombia más concretamente del sur: “nuestras canciones” , aquellas que no nos permiten escuchar aquí; también de Chile, Paraguay, algunos valses peruanos de Chabuca Granda. Es así como a la distancia compartían a Yupanqui y su “Luna tucumana”, “Los ejes de mi carreta”, “La viajerita”, o “La pollerita”, a la par que también escuchaban las notas nostálgicas de las canciones que interpretaban Julio Jaramillo y Olimpo Cárdenas,  exponentes máximos del pasillo ecuatoriano. Se agregaban con gran impulso las canciones colombianas con sus sentidos bambucos. Las otras radiodifusoras estaban empeñadas en transmitir diferentes manifestaciones musicales: Angélica María, Enrique Guzmán, baladistas emblemáticos de Méjico, y un poco más actual José José,  José Ma. Napoleón, y Emmanuel. 
Eduardo J.C. en una de tantas misivas, expresaba:
“Estimado amigo, a la distancia,  le comento que he sido radio escucha mucho tiempo, y que esto me ha llevado a comprender que mi incursión en la radio nace a raíz de haber  dado oídos a espacios musicales sin fundamentos y sin  ningún contenido pedagógico, además  de repetitivos, con ritmos y canciones que no aportan casi nada culturalmente al oyente…..”
Mi afición por la música, encuentra su derrotero en 1978, año en el cual empiezo la colección de canciones de corte social, y a desarrollar mi interés por conocer los antecedentes de las dictaduras que gobernaron su país, Chile, Uruguay  conocer a varios cantores que opinaban cantando cierto repertorio, y claro, también los movimientos o corrientes musicales de mi país…”
Jacinto y Radio, sin duda, admiraban a su amigo como locutor incansable, bohemio y poeta, amante de la música, pero, por sobre todo lo valoraban porque encontraban en boca de Jaramillo Cabrera, su propia voz y sus propias ideas.
En sus intercambios epistolares, cruzaban ideas respecto de qué misión tenía la RADIO, discutían sobre cómo debía  elaborarse una programación radial  en aquellas condiciones sociales y culturales. Por ejemplo, coincidían en pensar como España también invadía Hispanoamérica a través de los cantantes románticos de grandes voces, desde Raphael hasta el Dúo Dinámico, con letras de Manuel Alejandro y Ana Magdalena, pasando por los inolvidables Nino Bravo, Juan Camacho, Cecilia, Manolo Otero, Miguel Gallardo, Juan Pardo, Mari Trini, Camilo Sesto, Juan Bau, José Luis Perales. También concordaban en que, posteriormente los cantantes italianos llegaron a las radios de Latinoamérica para colmar otra expectativa de la música italiana, por ese acento gutural de las voces y una manera distinta de cantar: los inolvidables Boby Sólo, Nicola di Bari, Doménico Modugno, Salvatore Adamo, Lucio Batisti, Anselmo Genovese, Nada, Gigliola Cinquetti, Rafaella Carrá, Toto Cotugno y el Napolitano Gian Franco Pagliaro. Por otro lado, también gustaban de obras como “Nathalie” de Gilbert Becaud,  por aquellos días una de las canciones más escuchadas por los jóvenes de militancia social. Incluso se ocuparon de traducirla para que Jaramillo Cabrera la leyera en una de las emisiones.
La plaza Roja estaba vacía, delante de mi iba Nathalie.   
Tenía un nombre bonito mi guía, Nathalie
La plaza Roja estaba blanca, la nieve parecía una alfombra
Y yo seguía este frío domingo a Nathalie.
Hablaba con frases sobrias de la Revolución de Octubre.
Yo pensaba que, tras (visitar) la tumba de Lenin
iríamos al café Pushkin a beber un chocolate.
La  plaza Roja estaba vacía, tomé  su brazo, sonrió.
Tenía rubio el cabello, mi guía , Nathalie.
En su habitación de la universidad, un grupo de estudiantes
la esperaba impaciente.
Reímos y hablamos mucho: querían saberlo todo y Nathalie traducía. Moscú, las llanuras de Ucrania,  Campos Elíseos:


todo lo mezclamos y cantamos.
Después descorcharon champán francés riendo de antemano
y bailamos.
Y cuando todos partieron y la habitación quedó vacía
me quedé solo con mi guía, Nathalie.
Nada de frases sobrias ni de Revolución de Octubre…
estábamos más allá. Se había terminado la tumba de Lenin,
el chocolate de Pushkin, … eso estaba tan lejos.
Ahora, mi vida me parece vacía, pero sé que un día,

en París, yo te serviré de guía , Nathalie, Nathalie.[1]

En otra oportunidad memorable, Radio recuerda que Jaramillo Cabrera había programado “Milonga del payador perseguido” de Atahualpa Yupanqui, en la voz del turco Jorge Cafrune, canciones interpretadas por Alfredo Zitarrosa, Violeta Parra, el insigne trovador cubano Carlos Puebla,  y de los más grandes cantores de América, Víctor Jara. Fueron dos horas de remembranzas y vivencias a través de las obras, con las expresiones más profundas del hombre sudamericano, la esencia de un pasado, pero también de un  presente en donde nacen y seguirán naciendo las posiciones más controversiales, por la forma y la manera de expresar lo que sucedía  sin importar las censuras oficiales,  que siempre han intervenido para prohibir.
Estas vivencias eran compartidas a la distancia desde la Patagonia a Ipiales Nariño, en Colombia, una localidad rodeada de un bosque tropical a las orillas del amazonas, tan distinta de la templada estepa  amarillo-dorado, que resalta el movimiento permanente de los oscuros “guanacos” petroleros,...y de la fría cordillera andina, bañada por ese blanco que encandila los ojos, donde los días transcurren como si fueran uno solo.
El frio nos cobija y la distancia nos contiene pensó -en algún momento- Jacinto, quien se sentía profundamente emocionado por su amistad con Eduardo. Éste contaba lo escarpado e inaccesible en el acceso a zonas aledañas a los cauces de los ríos, principalmente en el denominado cañón del Guáitara, donde el musgo gris protege el talud de las altas pendientes.
Por su parte, Jacinto describía a su amigo Radio con lujo de detalles: en sus charlas con ese mate amargo que compartían por las tardes, después de haber escuchado la trasmisión y registrado cuantas noticias le venían del norte muy al norte de este sur muy al sur de la Patagonia… Los sorprendía el valor y la audacia del Che Guevara, los movimientos revolucionarios de Centroamérica, la lectura de fragmentos de libros de Marx, o El Libro Rojo de Mao Tés Tung. Desde Colombia, también les llegaban los escritos del cura Camilo Torres Restrepo y la historia del surgimiento del movimiento tercer mundista.
Incluso se llegaron hasta Neuquén, para conocer y entrevistarse con el obispo Jaime De Nevares e indagaron cómo colaborar con sus más fieles seguidores. Escucharon oradores de movimientos de izquierda y el cancionero que retomaba los sucesos que envolvían la marcha revolucionaria sudamericana, rescatando y recreando las epopeyas que ya se vivían.
La radio colombiana les traía las banderas libertarias, las luchas estudiantiles que se reflejaban en las canciones más significativas de los ’70, manifestaciones ciudadanas en contra del alto costo de la vida, las elevadas tarifas en los servicios públicos, falta de educación y vivienda entre otras reclamaciones, permitía que la canción popular también estuviese presente. El estribillo era una sola consigna: “El pueblo unido, jamás será vencido”, en voces y música de los Inti Illimani unas veces y otras en voces de Quilapayun… resultó un grito combativo en todas las manifestaciones públicas de inconformidad, y hasta ahora se escucha en los confines en donde las malas prácticas políticas y la desigualdad social imperan.
En una de sus misivas, contaba Eduardo, que alguna vez se tomó como canción emblemática en nuestro suelo Ipialeño ”Si se calla el cantor” de Horacio Guaraní, que también había sido protagonista esencial en el canto popular latinoamericano, que con otros cantautores siempre ha galopado en nuestro continente entre preguntas  y preguntadores, para hallar las respuestas en cada paso del retorno y en cada canción o poema que se alza y estalla en el silencio de los  minutos, luego brota en voces nuevas esa mezcla de presencia y nostalgia, elogiando las manos de los que siempre trabajan.
Esos cantautores eran investigadores incansables, que construían alabanzas, biografías, definiciones y conceptos de los diferentes ritmos  como zambas, milongas, chamamés, cuecas, marineras, candombes, convergían en el escenario mágico de la radio. En la radio patagónica así confluían Daniel Toro, Atahualpa Yupanqui, Los Chalchaleros, los Andariegos, los Tucu Tucu, Olimareños, Los del Suquia, las Voces del Orán, Alberto Merlo, Argentino Luna, Peteco Carbajal, que como una nueva generación innovadora del concepto del folclore argentino entre los ’60 y mediados de los ‘70.
Por aquellos años, sonaba primero en la radio colombiana y, pasados los ’80, también en las radios argentinas la trova cubana: fundamental en los espacios que semanalmente programaba Jaramillo Cabrera. Les decía en sus cartas que Silvio, como icono de ese movimiento, lo había conmocionado con una canción elemental en su concepción poética “El unicornio”. Luego vendrían  canciones aún más profundas como “Playa Girón”,  “Ángel para un Final”, “La Gaviota”, “Testamento”, “Santiago de chile”, por citar algunas.
De la misma trova, nos llegó Pablo Milanés, -recuerdan Radio y Jacinto- que recreaba el movimiento cultural de Cuba. Voces nuevas y jóvenes que se abrieron espacio para acompañar las más profundas transformaciones que tenían lugar en el país, en sus hombres y mujeres, y entre tantos músicos que, guitarra en mano se pusieron a trabajar y transmitieron las más  puras aspiraciones sociales del continente.
Compartiendo lecturas Eduardo y su amigo Henry, desde la radio colombiana concibieron la idea  de crear un espacio que daba cabida a la poesía matizada con música latinoamericana: Miguel Hernández y Benedetti , Serrat, Daniel Viglietti, Neruda musicalizado por Quilapayun y los Jaivas; Nicolás Guillen, y García Lorca en la voz de Leonardo Alvares, un referente artístico colombiano. Todo ese caudal impactaba en los oyentes de manera incansable y sostenida.
El tiempo, ineludible, fue transcurriendo aunque Jacinto se resistía a su paso.  Al final, terminó aceptando una realidad que era totalmente diferente y que había logrado que la comunicación fuese más cercana y fluida con aquel amigo entrañable al que no conocía personalmente, gracias a la PC y a la internet.
Pasaron los años y ahora RADIO LA COMARCA es RADIO CIUDAD, Jacinto Briseño se está por jubilar y, siguen soñando con la posibilidad de conocerse personalmente con Eduardo Jaramillo Cabrera y su amigo Henry, con quien siguen manteniendo un contacto permanente:   ya eran parte de una gran familia, en donde las distancias no existían; donde el mate era compartido cada sábado escuchando la emisión,  lo que les permite volver a recordar aquellas viejas emociones, temores que los unían frente a ese amor a la palabra, a la música y a sus propias ideas, la  eterna escucha, que acompaña sus pasos desde aquellos años memoriosos que les permitía caminar lento, sobre tantas historias, las de sus vecinos, las propias, las que callaban y era mejor olvidar, y las de aquellos  que aún esperan el saludo del gallo.







Reseñas y datos históricos extraídos de vidas reales .


[1] Traducción tomada de http://tertuliapaja.wordpress.com/francesa-2/.

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